Cuando la ciudad envuelve tus ilusiones con pétalos de rosa...

Puede que alguna vez las estrellas hayan sembrado la duda en tu corazón; puede que quizás te hayan llevado lejos; o puede que, como Fátima, desees estar en un lugar diferente para empezar el romance de tu vida... En París, donde los sueños se hacen realidad, la Ciudad de las Luces.

Y esta es sólo una de las innumerables historias que se esconden tras sus muros. Espero que os lleve hasta París como me ha llevado a mi.

À suivre...

jueves, 15 de julio de 2010

El Cambio

Un poco de gracia genuina y de ambientes cargados en un bar son una combinación perfecta para la mezcla de Fátima; el resultado: la inspiración. Solía sentarse en una mesa junto a la ventana, la propia de dos jóvenes enamorados que ingenian alguna escapada. O de la pareja divorciada que intenta recuperar su amor... O de la chica solitaria que le escribe cartas a la nada. Comenzó, a raíz de sus visitas por la ciudad y del profundo deseo de ser como ella, a cambiar su alma. Y lo conseguía sorpendentemente rápido para tratarse de la inadaptada de Fátima. Dejó de firmar así sus redacciones, incluso en la facultad de periodismo, aunque nadie lo notó. Ese nombre no le gustaba; ella deseaba ser parisiense. Cuando su francés, ya de por sí bastante bueno, alcanzó el grado de la misma prefección, selló su primera carta para Nasta con un nuevo nombre: Fatime. Luego, sin darse cuenta del agravado paso del tiempo que corría bajo los puentes del Sena y a través de los mercados con rosas, usó por primera vez lentillas de contacto. De color castaño rojizo, según ella, propios de los ojos de alguien como Jacqueline. Se cortó el pelo, aquella densa melena negra que era su orgullo en el instituto (donde todas las chicas solían competir por la longitud del cabello y no la de las ideas), y se lo dejó escalonado con flequillo en una especie de melena que a penas le llegaba a la raya del sostén. Cuando se miró al espejo aquel día, diecinueve de mayo en pleno renacimiento primaveral, reconoció en ella a la gran periodista europea que quería ser. Los ojos, naturalmente, no se le habían quedado en castaño-rojizos, puesto que los suyos tenían el ardor del azabache; más bien obtuvieron un color canela algo más oscuro, el color del brandy y de la crema de ron añejo. Así pues, mientras caminaba por París con un nuevo gloss en sus labios y una nueva sensación de felicidad en su corazón, la recién nacida Fatime dejó que los vendedores le regalaran flores al pasar con su vaporoso vestido dorado junto a ellos. Gracias a su nuevo look francés, profundamente romántico, y a tantas otras cosas que quería olvidar y aún no habían cicatrizado, se llamó a sí misma, periodísticamente, Vin à la Canelle, vino con canela, en honor al pelo recientemente dotado de destellos rojizos. Terminó por ser solo Canelle. ¡Si ahora Nasta viera a su hermana, si se atreviera a existir de verdad! ¡Cómo se sorprendería al descubrir en la morisca de Fátima a la bonita y francesa Canelle, la nueva Amélie del mundo! Y sólo había necesitado la inspiración que recibía cada mañana, al salir de su piso, esperando a que abrieran en Starbucks para tomarse un frappé y leer los periódicos del día antes de ir a la facultad.New York Times, Daily News, Le Soleil... los compraba cada día con el dinero de la tienda, en un quiosco en el que también se vendían gladiolos y tulipanes rojos. Porque ahora Fátima podría permitirse ser Canelle, la futura gran periodista... Sus sueños cobraron forma y cuerpo como el humo al ascender de un cigarrillo Fortuna. Y sus alas empezaron a crecer, a crecer, hasta que ya no cabían de alegría entre la espuma del café. Luego salía a la calle y boqueaba como un pez para combinar los dos aromas de su interior: cappuccino y rosas de Montmatre.
À suivre....

No hay comentarios:

Publicar un comentario